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Hoy va por vosotros C. y L.

Supongo que a muchos les ha pasado, volver a un sitio y esperar que todo siguiese igual y cuando llegas….suele haber un choque de realidad, que muchas veces, no es todo lo bueno que te gustaría.

 

Hace unas semanas, me reencontré con un antiguo compi de cuando estaba en paliativos y medicina interna. Tal vez no debí, pero pregunté por como seguía todo y que había sido de mis pacientes, gran error.

 

Aunque soy una persona agnóstica al 100%, había un paciente, por el que esperaba un milagro, era una de esas familias, sonrientes, amables, luchadoras, que no se merecían nada de lo que les estaba pasando. Cómo sería la cosa, que recuerdo un día, en el que entré a la habitación y ambos se me quedaron mirando y me preguntaron que qué me pasaba. Era de esos pacientes con los que tienes feeling, con los que hay una relación más íntima. Y yo con toda mi bobería de chica de 21 añitos, inocente, aún no corrupta por el mundo, les conté que estaba mal con el que era mi chico, fíjate tú que tontería, y ellos en su infinita paciencia, me cogieron de las manos, me sentaron a su lado y me dijeron: ‘’Ágata, eres alucinante, eres la enfermera que nos alegra los días, eres nuestra enfermera y eres capaz de sacarnos una sonrisa y de pelearte con médicos por nosotros, así que, vamos a arreglar el tema este del amor.’

Yo muerta de vergüenza y con las lagrimitas saltadas, atiné a decir que no hacía falta, que era una tontería, pero me dijeron que eso a ellos les hacía recordar que había más mundo detrás de un cáncer con mal pronóstico.

 

Esa tarde, no tenía muchos pacientes y nos pasamos cerca de 1h en la terraza, al solecito, arreglando el mundo.

 

Ellos decían que les arreglaba el día, pero os juro que eran ellos los que me arreglaban el alma a mi.

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Pasó el tiempo, me fui y me encontré un día a L., su mujer por calle, me abrazó  y me dio la vida ese día. Me dijo que parecía que todo iba bien y que me echaban de menos por allí, que ya nadie le contaba chistes cuando cambiaban la medi, ese día hacía el típico sol cordobés de abril, una alegría de día que se terminó de mejorar con esa noticia.

 

Y eso fue lo último que supe de ellos... Hasta que me reencontré con mi compi, que me bajó a la Tierra y me dijo que C. se había ido para no volver, que no hubo nada que hacer y que fue lento y doloroso y como me dolió eso.

 

Lo único en lo que estuvo mi cabeza pendiente ese día fue en ella y en su hija, en esas dos grandes mujeres, que hicieron todo por él y en él, obviamente, luchador donde los haya, buena persona, amable y incansable, siempre con una sonrisa en la cara.

 

El día que me fui me abrazaron y me desearon suerte, lo que no ninguno de los dos sabíamos, es que mi suerte fue trabajar en aquella planta y conocer a gente que me aportó tantísimo.

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Puedo hacer mil post explicando y contando todas las cosas técnicas que aprendí en esa planta, toda la medicación, todas las técnicas que realicé, como trabajábamos en equipo, pero jamás nunca, voy a encontrar las palabras de todos los sentimientos que se producieron al estar allí, de como viví la parte más dura de la enfermería y aún así era feliz, de toda la gente que vino para irse, de los escalofríos mientras sujetas una mano que se va, de todo eso, que solo sabe, aquella persona que ha pasado por una planta así.

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Porque hoy, después de más de un año, me sigo acordando de todos y cada uno de ellos.

 

Pero hoy va por vosotros C. y L.

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